Mi muy desestimado colega catedrático Ramón Tamames se ha ganado a pulso durante los pasados días la mayor indignidad que cabe en los anales del descrédito. De ella hay constancia en su trayectoria personal y en suposiciones que su correligionario Santiago Carrillo entendió antaño bien fundadas. Últimamente se han recordado sus espantadas de varios partidos políticos hasta caer en connivente miseria moral en el regazo de la extrema derecha con motivo de la reciente moción de censura al gobierno de la nación. En otros tiempos a tipos como él se les llamaba chaqueteros, donnadies sin escrúpulos ni conciencia. En fin, entró al hemiciclo del Congreso junto a un desertor del PP y sus acólitos, se sentó en un escaño improvisado, pensó en Tejero mirando al techo y puso una cara de alelado que daba lástima.
No hubo sólo narcisismo senil, fiebres de vanagloria y egolatría en la actitud de la que hizo gala ante la Cámara. También mercantilismo inconfesado. La presencia de Tamames presumiblemente respondía a algo más: a una operación con pingües beneficios futuros, lo cual explica el primer motivo de la farsa. Cabe pensar que la hipotética estrategia a tal fin se concibió con la chochez cómplice de un conocido e innombrable amigo en la desvergüenza, investido a sí mismo como ideólogo de la moción de censura...
«De senectud y autocracia absorbente», en infoLibre, 27 marzo 2023.
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